En los últimos años ha habido un boom de las llamadas terapias alternativas: arteterapia, musicoterapia, terapia con flores, cromoterapia, gemoterapia… La lista es larga y puede darnos la idea de que todas ellas son capaces de hacernos sentir mejor, incluso al grado de pensar que podrían sustituir a la psicoterapia.
Pero ¿qué tanto de esto es realmente parte de la psicología?
¿Por qué estas prácticas nos hacen sentir bien?
Actividades como pintar, salir a tomar fotografías, aprender un instrumento o practicar danza tienen algo en común: nos sacan de la rutina. Cambiamos de entorno, desarrollamos nuevas habilidades y obtenemos lo que solemos llamar un “cambio de aires”.
Y está bien. Se vale hacerlo. Estas experiencias pueden mejorar nuestro estado de ánimo, ayudarnos a relajarnos y hasta aportar un sentido de satisfacción personal.
Sin embargo, sentirnos mejor no es lo mismo que hacer psicoterapia.
Psicoterapia vs. terapias alternativas
Las terapias alternativas no forman parte de la psicología. Su origen está en otras disciplinas, como el arte, la música o la filosofía espiritual. Por eso, aunque puedan tener valor, no son métodos terapéuticos en sí mismos.
Aquí está la diferencia central:
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Psicoterapia → busca resolver un problema psicológico, enseñar herramientas, generar cambios duraderos y lo hace con base en evidencia científica.
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Terapias alternativas → promueven la expresión, la creatividad o la conexión personal, pero no tienen como objetivo estructurado resolver problemas clínicos.
Un ejemplo claro es la Terapia Cognitivo-Conductual (TCC), en la cual estoy entrenado. Su propósito no es solo disminuir el malestar, sino enseñar estrategias para que la persona pueda afrontar sus problemas de manera más efectiva y con menor necesidad de terapia a largo plazo.
¿Entonces las terapias alternativas no tienen valor?
No es tan sencillo. Decir que no son psicología no significa que sean inútiles. Muchas de estas prácticas pueden encajar con los intereses, gustos o creencias de una persona, y en ese sentido se convierten en recursos valiosos dentro de un proceso psicoterapéutico.
La clave está en no confundirlas. Por sí solas no sustituyen la psicoterapia, pero sí pueden ser aprovechadas como complemento, siempre que se usen con claridad sobre sus alcances.
Lo importante no es desacreditar las terapias alternativas, sino reconocer su lugar. Pueden aportar bienestar, pero la psicoterapia es la que realmente ayuda a comprender, transformar y resolver los problemas psicológicos de manera profunda.
La diferencia es clara: las terapias alternativas pueden acompañar, pero la psicoterapia es la que realmente genera un cambio.